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viernes, 7 de marzo de 2008

Pajarero

Aclaración: Redactamos este artículo ni bien tuvimos conocimiento de la siguiente noticia:
Fuente: diario Últimas Noticias

MONSEÑOR COTUGNO LE TOMÓ CONFESIÓN A TERRORISTA DE ESTADO

Obispo Galimberti opinó que la iglesia tuvo un buen gesto y que el ex represor envió una señal de "reconciliación"

El coronel (r) Jorge Silveira levantó ayer (por el viernes 29 de febrero) la huelga de hambre que estaba llevando adelante desde el lunes, luego de confesarse ante el arzobispo de Montevideo, monseñor Nicolás Cotugno. El militar había asegurado que mantendría la medida hasta "las últimas consecuencias". El ex represor, procesado con prisión desde 2006 junto a otros siete ex militares y policías por la desaparición de Adalberto Soba en 1976, estaba internado desde hace varios días en el Hospital Militar a causa de una afección cardiaca, y desde el lunes mantenía una huelga de hambre en rechazo a su enjuiciamiento, que considera "injusto". Sin embargo, a pedido de la esposa del militar, Leda Pascal, Cotugno concurrió en la mañana de ayer al nosocomio castrense y le solicitó que abandonara la medida de lucha, ante lo cual el militar retirado accedió, luego de confesarse ante el sacerdote que presidió la Comisión Para la Paz durante el gobierno de Jorge Batlle. "Tuvimos un encuentro de un hombre que pide confesarse y celebramos el sacramento de la penitencia muy normalmente. Al final, el coronel Jorge Silveira me pregunta si la señora podía comunicar que yo había estado con él, y por su puesto le dije no hay ningún problema", expresó Cotugno ayer a Radio Oriental tras visitar al ex represor. Al iniciar la huelga de hambre, Silveira había declarado: "Estoy desgastado, no quiero vivir, quiero llegar al máximo y creo tener el coraje para hacerlo; estoy preso desde que asumió la democracia". Agregó: "La izquierda me culpaba, la ultraizquierda me culpaba, y este gobierno me culpó de una manera que me llevó a estar encerrado". El arzobispo de Montevideo añadió que luego de terminada la confesión, el militar retirado le solicitó que comunicara que había decidido terminar con la huelga de hambre, hecho que -según dijo el sacerdote- "es una consecuencia muy positiva del sacramento con tanta fe y amor". Cotugno dijo que asistió al Hospital Militar "muy gustoso" porque un obispo "tiene que estar dispuesto a todo lo que pueda". En virtud del secreto profesional, no brindó detalles sobre el encuentro, que "pertenece a un ámbito personal inviolable que no puede ser patrimonio de nadie, a no ser que la persona involucrada quiera comunicarlo". Si bien es posible que desde ayer Cotugno posea información que podría ser relevante para esclarecer casos de violaciones a los Derechos Humanos, no será citado a declarar ante la Justicia Penal en virtud del secreto profesional que ampara la información que reciben los sacerdotes en las confesiones, explicaron fuentes judiciales. Hace dos semanas, el diario El Observador informó que Silveira, durante una anterior internación en el Hospital Militar, en diálogo con funcionarios del centro asistencial y allegados había señalado a José Nino Gavazzo como responsable de los crímenes de Elena Quinteros y María Claudia García de Gelman en 1976.

DOS JUSTICIAS Consultado ayer por Ultimas Noticias, el obispo de Salto, monseñor Pablo Galimberti, dijo que la confesión "se acepta a todos, más allá de que estén condenados por la Justicia Penal", porque es "un Derecho Humano al que todos tenemos derecho sin excepción alguna". "Me alegra mucho este gesto de la Iglesia; es una muestra de cercanía a una situación muy complicada. También hay que agradecer la iniciativa y la aceptación de este hombre que ha participado en épocas duras y difíciles; es una señal de reconciliación", expresó Galimberti. El obispo de Salto dijo, además, que si bien "la Justicia a veces absuelve a las personas, luego tienen que dar cuenta ante la justicia de Dios, y lo mismo ocurre a veces cuando penalmente se castiga a alguien, pero luego puede ser perdonado por Dios, porque hablamos de dos justicias que van por carriles separados". Galimberti, que tuvo una importante participación en la investigación mediante la cual Macarena Gelman pudo recobrar su identidad, concluyó: "Me rechina lo que hizo (Silveira) y los delitos por los que está procesado, pero no creo que esté mal que Cotugno haya ido a verlo".

JAVIER MIRANDA: "NO ES BUENO QUE SE UTILICE A LA IGLESIA" El abogado Javier Miranda, de la organización de Familiares de Detenidos Desaparecidos, opinó que la confesión de Silveira ante Cotugno forma parte de un "culto religioso muy respetable para la gente que profesa la religión católica, pero que en el contexto de la verdad social es irrelevante". "Esto es como los jugadores de fútbol que se persignan antes de entrar a la cancha, es para la tribuna", comparó. "No es bueno que se utilice a la Iglesia para realizar un lavado de conciencia ante la sociedad", agregó el hijo de Fernando Miranda, asesinado durante la dictadura cuyos restos fueron recuperados en el año 2006. "La deuda de los militares violadores de los Derechos Humanos es con la sociedad uruguaya y no con Dios", agregó Miranda, quien dijo que desde "el primer momento" en que el ex represor inició la huelga de hambre consideró la medida como una "fantochada" .

VÍCTOR SEMPRONI: "HUBIÉRAMOS TENIDO UN REPRESOR MENOS" El diputado Víctor Semproni (Espacio 609) lamentó que Silveira haya levantado la huelga de hambre: "Es una pena, porque hubiéramos tenido un represor menos", dijo el legislador, quien sostuvo que la medida de lucha tuvo fines "publicitarios, al igual que la visita de monseñor Cotugno". "Soy cristiano y me parece bien que se haya confesado ante la Iglesia, si es que eso implica un perdón y un arrepentimiento verdadero, pero lo que no puedo entender es cómo una persona católica pudo participar en violaciones a los derechos humanos tan aberrantes como las que él participó", agregó el diputado. Semproni reconoce a Silveira como uno de los militares que lo torturó estando detenido durante la dictadura. Además, dijo que el ex represor "se ha hecho responsable de muchas acciones represivas que son una clara violación de las normas básicas de convivencia que deben regir en una sociedad".

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“Vuelven los pájaros perdidos
que vuelan desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.”
Mario Trejo

Cuatro días ayunó y al quinto se confesó. Y el confesor lo absolvió en el perdón relativo y virtual de un secreto de confesión. Cuatro días con sus cuatro noches. Noches de táctica y estrategia. Noches sin pesadillas, porque la convicción. Noches de ensayo preconfesional. Noches de práctica histriónica para el quinto día del arrepentimiento trucho por aquel quinto mandamiento violado de oficio. Cuatro días largos como su pico pájaro fruncido. Bien fruncido. Cuatro noches pajarraco hambriento de ese aquel alimento que algún otro jamás comió gracias a él. Que otros seres en vuelo supusieron para él. El pajarero en su pajarera, craneando la forma de pasarle el fardo a dios en el quinto día. Pajarero burlador de la creación, catolizándose de apuro para zafar de la condena humana con salvoconducto divino. ¿Quién diría qué ante tal juez? Cuatro días de abstinencia autoritaria, antropofágica y sueño pro-fundo, fundo de poder, fundo de gloria, sangre, escoria y sí mi coronel. Fundo de escape. Cuatro días Soba y vaya uno a saber cuántos más, el día que se sepa. Cuatro insignificantes días en presunta huelga de hambre a cambio de sus treinta y cinco años de seguro buen comer, con culpas sin cargos. Y desde la fortaleza-bunker casi infantil de sus sábanas hospitalarias de noche blanca corría, blanca corría la luna, y él no corría tras ella. Corría sí las cortinas blancas, ocultaba sí el haz blanco de luz tras las rejas si acaso, se alimentaba sí en recuerdos de cloacas con hombres huyendo delante de él, mujeres de luna blanca bajo la negrería de su alargada sombra castrense. Larga sombra polar, helada, escalofriante, inmune. Cuatro días con sus once mil y pico de noches de impunidad Silveira. Picos de noches pajarón enjaulado en su casa nosocomio camarada de armas. Colchón de plumas desaladas para un desalador fingiendo desolación y hostigamiento zurdodemocrático. Cuatro días “hasta las últimas consecuencias”. Porque para los coroneles retirados las últimas consecuencias de sus causas suman apenas cuatro días de ayuno, autoconmiseración y una oreja de monseñor. ¡Por cuatro días, loco! aseguran que pensaron los otros siete como él, no amparados por el secreto sacerdotal ni por la ley de impunidad. Pero llegaron tarde a la estrategia, la salvación inédita usurpada por su superior casi inmediato y colindante, la aventajada impensable para los otros siete apocalípticos de lesa humanidad, la farsa espiritual-carnal representada en cinco actos muy posteriores a aquellos otros del procesamiento con prisión. Pero nada es casual y todo tiene explicación en esta vida, incluso para los antivida como el “Pájaro” Silveira. Porque cuentan los que dicen saber que por la ventana aquella de su sala de internación, a puro vuelo poético, rampante y expreso (o ex preso), aterrizó en las manos del pajarraco Jorge de este episodio con final feliz una mínima esquela que algún recordador transeúnte dejó escapar de su memoria, quizás sin darse cuenta, donde el tal militar llegó a leer a la sombra de su candil prontuariado: “un torturador no se redime suicidándose”, y otras cuatro palabrejas que no llegó a entender, lógicamente. Y el reo coronel se aprestó a cumplir esa sentencia (que no la otra) a pie juntillas. Y dicen que fue ahí donde ordenó dos porciones de asado con papas fritas y solicitó la presencia del monseñor Cotugno, que acudió presuroso a su llamado, quizás previendo otro desenlace. No lo sabemos.