Daniel Viglietti es reconocido mundialmente por su actividad musical. Tiene 69 años, y más de medio siglo “desalambrando canciones”, como lo narra el escritor Mario Benedetti en una reciente biografía escrita sobre este cantor oriental, uno de los mayores exponentes de la canción testimonial latinoamericana. Pero Viglietti también asume otro oficio de comunicación, y todos los sábados y domingos, a las 13:30 y 22:30 horas, conduce en Radio El Espectador de Montevideo su programa “Tímpano”. A ese aspecto no tan conocido de su actividad nos referimos en esta entrevista.
– ¿Cuándo y por qué resolviste comenzar a hacer radio? ¿Lo considerás un complemento o una prolongación de tu actividad artística?
– Yo jugaba a tener una radio en mi cuarto cuando era gurí y estuve a quietud por un problema pulmonar. Tenía una victrola vieja, un gramófono sin bocina, que mi padre me había comprado en la Feria, y muchos discos de 78 revoluciones, aquellos frágiles... Me había construido con unos palos de escoba y rectángulos de cartón dibujado unos micrófonos. Imitaba voces de conductores de radio de la Argentina, que en aquella época me sonaban menos comerciales, menos gritones que los de acá. Venía muy fuerte la influencia del folclorismo argentino, Yupanqui, Falú, Hermanos Ábalos, Trovadores de Cuyo, etc. Y el impacto de Antonio Tormo, con cuyos discos yo cantaba a dúo. Hacia radioteatros, imitando voces, con libros de Julio Verne o Emilio Salgari, pasando cortinas de discos clásicos que mi madre me había empezado a regalar de muy chico. En casa se oían los radioteatros de Radio Carve, y un tío mío trabajaba allí como pianista y una tía como oficinista, así que yo cada tanto iba a la radio.
Lo de la radio lo considero otra parte de mí mismo. Cuando busqué un trabajo suplementario de las clases de guitarra que daba, gané un concurso de locutor en Radio Oficial, en el SODRE, y trabajé de radiofonista una década, paralelamente a mi quehacer musical, como otro apoyo económico. La labor esencial mía la siento en mi trabajo como compositor e intérprete. Pero cuando hago radio concentro toda mi energía y mi imaginación, a la vez que hay algo de juego, como cuando compongo, cuando canto o cuando escribo, que es otra tarea que me apasiona. Quiero hacer un libro, pero la vida se me escapa entre los dedos. O entre las cuerdas. O entre los micrófonos...
– ¿Cuál es el hilo conductor de “Tímpano”?
– El ser curioso de lo que hacen otros, escritores, músicos, o sencillamente gentes con sensibilidad y con conciencia. Lo que hacen culturalmente, humanamente. Podría decir que el hilo conductor es más bien un tejido, por la variedad y multiplicidad de temas y sujetos convocados. Y con las limitaciones de los medios de comunicación en casi todas partes, siento que agrego una gota más a un caudal alternativo de información cultural. Un programa puede ser sobre el notable músico cubano Bola de Nieve, otro sobre una maestra olimareña (así se denomina a las personas oriundas del departamento de Treinta y Tres), Chola Elizondo, que tras prisión y tortura se dedicó a ayudar a los niños carenciados, otro puede ser sobre Mario Benedetti, otro sobre el brasileño Chico Buarque, etcétera, etcétera.
– Detrás de cada programa existe un profundo trabajo de investigación. ¿En qué te basás para escoger cada uno de los hechos artísticos o históricos que semanalmente ofrecés a la audiencia?
– Más bien existe una acumulación de conocimientos que he ido bebiendo desde niño hasta ahora, al borde de los setenta años. Ojalá pudiera investigar más, pero no quiero que la radio o la televisión, donde también hago programas, le quiten tiempo al músico, al letrista, al intérprete que siento como mi tarea principal, la que más me exige. La elección de temáticas la hago a pura sensibilidad, abriendo los poros a lo que ocurre alrededor mío y en mi país y en el mundo. Hay que ser como una esponja. Durante años hice el programa absolutamente solo, también en eso era solista. Pero después he incorporado un apoyo técnico como el que me han dado Andrés Renna, estudiante avanzado de ciencias de la comunicación, ahora viviendo en Alemania, o su sustituto, Efraín Molina, que sin experiencia anterior alguna, se ha formado en la práctica y ha aprendido el oficio.
– ¿Cuál es el perfil de los oyentes de “Tímpano”; de esos “timpaneros”, como los llamás?
– No lo sé, no los veo, los imagino. Y cuando después de algún recital alguien me comenta algo sobre el programa, puede ser gente madura, joven, eso cambia. La audiencia parecería muy variada, si me guío por esos encuentros fugaces o por los mensajes. Porque hay quienes escriben, llaman por teléfono, mandan correos, me ayuda mucho lo que opinan, lo que sugieren, alguna observación, que siempre hace falta. Me falta tiempo para contestar, eso es un problema casi sin solución. La falta de tiempo es una complicación que viene con el tiempo, valga la paradoja.
– De todos los irradiados, ¿cuál es el programa con el que te sentiste más satisfecho, el que incluso te sorprendió más de lo esperado después de haberlo escuchado?
– Por ejemplo, algunos programas que he hecho sobre el tema de los desaparecidos, dialogando, por ejemplo, con miembros del grupo HIJOS, por lo que dicen, por su hermosa valentía, por asumir aquello por lo que lucharon sus padres. Pero son ya tantos los Tímpanos que se han ido acumulando, ya son incontables, que, como con las canciones, me resulta muy difícil elegir. Hay programas en los que voy aprendiendo yo mismo muchas cosas nuevas.
– ¿Qué le aporta “Tímpano” a Daniel Viglietti?
– Está claro que es otro canal de comunicación diferente a la canción, la posibilidad también de expresar ideas sobre la actualidad en los prólogos que siempre abren el programa, un modo de estar entre mi gente semana a semana, o de andar por el mundo por otras vías de difusión como el espacio cibernético, y de paso encuentro esa palabra esdrújula, cibernético, que siempre me hacen cosquillas. Bueno, y si le parece dejamos por acá este diálogo porque estoy trabajando un programa sobre el poeta salvadoreño Roque Dalton y lleva horas y horas de trabajo. Esto de la radio también es un Trabajo de Hormiga, como titulé mi último disco publicado.
– ¿Cuándo y por qué resolviste comenzar a hacer radio? ¿Lo considerás un complemento o una prolongación de tu actividad artística?
– Yo jugaba a tener una radio en mi cuarto cuando era gurí y estuve a quietud por un problema pulmonar. Tenía una victrola vieja, un gramófono sin bocina, que mi padre me había comprado en la Feria, y muchos discos de 78 revoluciones, aquellos frágiles... Me había construido con unos palos de escoba y rectángulos de cartón dibujado unos micrófonos. Imitaba voces de conductores de radio de la Argentina, que en aquella época me sonaban menos comerciales, menos gritones que los de acá. Venía muy fuerte la influencia del folclorismo argentino, Yupanqui, Falú, Hermanos Ábalos, Trovadores de Cuyo, etc. Y el impacto de Antonio Tormo, con cuyos discos yo cantaba a dúo. Hacia radioteatros, imitando voces, con libros de Julio Verne o Emilio Salgari, pasando cortinas de discos clásicos que mi madre me había empezado a regalar de muy chico. En casa se oían los radioteatros de Radio Carve, y un tío mío trabajaba allí como pianista y una tía como oficinista, así que yo cada tanto iba a la radio.
Lo de la radio lo considero otra parte de mí mismo. Cuando busqué un trabajo suplementario de las clases de guitarra que daba, gané un concurso de locutor en Radio Oficial, en el SODRE, y trabajé de radiofonista una década, paralelamente a mi quehacer musical, como otro apoyo económico. La labor esencial mía la siento en mi trabajo como compositor e intérprete. Pero cuando hago radio concentro toda mi energía y mi imaginación, a la vez que hay algo de juego, como cuando compongo, cuando canto o cuando escribo, que es otra tarea que me apasiona. Quiero hacer un libro, pero la vida se me escapa entre los dedos. O entre las cuerdas. O entre los micrófonos...
– ¿Cuál es el hilo conductor de “Tímpano”?
– El ser curioso de lo que hacen otros, escritores, músicos, o sencillamente gentes con sensibilidad y con conciencia. Lo que hacen culturalmente, humanamente. Podría decir que el hilo conductor es más bien un tejido, por la variedad y multiplicidad de temas y sujetos convocados. Y con las limitaciones de los medios de comunicación en casi todas partes, siento que agrego una gota más a un caudal alternativo de información cultural. Un programa puede ser sobre el notable músico cubano Bola de Nieve, otro sobre una maestra olimareña (así se denomina a las personas oriundas del departamento de Treinta y Tres), Chola Elizondo, que tras prisión y tortura se dedicó a ayudar a los niños carenciados, otro puede ser sobre Mario Benedetti, otro sobre el brasileño Chico Buarque, etcétera, etcétera.
– Detrás de cada programa existe un profundo trabajo de investigación. ¿En qué te basás para escoger cada uno de los hechos artísticos o históricos que semanalmente ofrecés a la audiencia?
– Más bien existe una acumulación de conocimientos que he ido bebiendo desde niño hasta ahora, al borde de los setenta años. Ojalá pudiera investigar más, pero no quiero que la radio o la televisión, donde también hago programas, le quiten tiempo al músico, al letrista, al intérprete que siento como mi tarea principal, la que más me exige. La elección de temáticas la hago a pura sensibilidad, abriendo los poros a lo que ocurre alrededor mío y en mi país y en el mundo. Hay que ser como una esponja. Durante años hice el programa absolutamente solo, también en eso era solista. Pero después he incorporado un apoyo técnico como el que me han dado Andrés Renna, estudiante avanzado de ciencias de la comunicación, ahora viviendo en Alemania, o su sustituto, Efraín Molina, que sin experiencia anterior alguna, se ha formado en la práctica y ha aprendido el oficio.
– ¿Cuál es el perfil de los oyentes de “Tímpano”; de esos “timpaneros”, como los llamás?
– No lo sé, no los veo, los imagino. Y cuando después de algún recital alguien me comenta algo sobre el programa, puede ser gente madura, joven, eso cambia. La audiencia parecería muy variada, si me guío por esos encuentros fugaces o por los mensajes. Porque hay quienes escriben, llaman por teléfono, mandan correos, me ayuda mucho lo que opinan, lo que sugieren, alguna observación, que siempre hace falta. Me falta tiempo para contestar, eso es un problema casi sin solución. La falta de tiempo es una complicación que viene con el tiempo, valga la paradoja.
– De todos los irradiados, ¿cuál es el programa con el que te sentiste más satisfecho, el que incluso te sorprendió más de lo esperado después de haberlo escuchado?
– Por ejemplo, algunos programas que he hecho sobre el tema de los desaparecidos, dialogando, por ejemplo, con miembros del grupo HIJOS, por lo que dicen, por su hermosa valentía, por asumir aquello por lo que lucharon sus padres. Pero son ya tantos los Tímpanos que se han ido acumulando, ya son incontables, que, como con las canciones, me resulta muy difícil elegir. Hay programas en los que voy aprendiendo yo mismo muchas cosas nuevas.
– ¿Qué le aporta “Tímpano” a Daniel Viglietti?
– Está claro que es otro canal de comunicación diferente a la canción, la posibilidad también de expresar ideas sobre la actualidad en los prólogos que siempre abren el programa, un modo de estar entre mi gente semana a semana, o de andar por el mundo por otras vías de difusión como el espacio cibernético, y de paso encuentro esa palabra esdrújula, cibernético, que siempre me hacen cosquillas. Bueno, y si le parece dejamos por acá este diálogo porque estoy trabajando un programa sobre el poeta salvadoreño Roque Dalton y lleva horas y horas de trabajo. Esto de la radio también es un Trabajo de Hormiga, como titulé mi último disco publicado.