Sosteniendo la Pared, 27 de octubre 2012

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Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (primera parte)

Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (segunda parte)

Caso Trigo (en Cámara Testigo, 9 de mayo 2011)

sábado, 8 de enero de 2011

Aldo Perrini, muerto en la tortura

DENUNCIA CONTRA EL BATALLÓN Nº 4 DE COLONIA

Tuvo lugar en el Juzgado Letrado de 7º Turno de Montevideo la primera audiencia por la denuncia de “Homicidio político y torturas” presentada por el abogado Óscar López Goldaracena a instancias de Nino Piero Perrini, hijo del carmelitano Aldo “Chiquito” Perrini Guala, asesinado en una sesión de tortura dentro del cuartel de Colonia el 4 de marzo de 1974. En la demanda se exige que se disponga la realización de una inspección judicial en el Batallón de Infantería Nº 4 de Colonia, a la cual concurrirá la Policía Técnica y los testigos que la Sede determine y que en función de sus declaraciones puedan individualizar los lugares de reclusión, tortura y demás circunstancias de la muerte de la víctima”. Este caso se encuentra entre los veinte excluidos del alcance de la Ley de Caducidad.


En 1974 la dictadura ejecutó un plan represivo sistemático en la ciudad de Carmelo, dirigido fundamentalmente a jóvenes identificados con la izquierda. Aldo Perrini, propietario de una heladería en el centro de aquella ciudad, fue secuestrado por personal militar el 26 de febrero y trasladado al Batallón de Infantería Nº 4 de Colonia junto a Jorge Ferrari, José Valente, Román Chipolini, Carlos Pereira, Margarita Castillos, Ruth Castillos, Daniel Conde, Abraham Bermúdez, Graciela Castillo, Roberto Melo y Ana Delpratti, entre otros. En el cuartel se los encapuchó, esposó y torturó brutalmente con picana eléctrica, submarino; potro, caballete, golpes, plantones y amenaza sicológica. Pero por alguna causa que se desconoce, los torturadores se ensañaron particularmente con dos de ellos: Aldo Perrini y Pacheco Oroná, este último un contrabandista de ginebra que confundieron con otro de igual apellido que, según la versión castrense, habría ayudado a escapar a la Argentina a perseguidos políticos cruzando el río desde Carmelo. Durante las sesiones de tortura, según se establece también en la denuncia presentada, Perrini gritaba "¡Helados, helados!" para que sus compañeros pudieran identificarlo. Los testigos narran que estaba totalmente quebrado y golpeado pero seguían torturándolo, hasta que un día ya dejaron de escucharlo. La última vez que se lo pudo ver con vida estaba tirado en el piso, quejándose de un dolor agudo en la zona del vientre. La noche en que lo mataron el batallón estaba a cargo del comandante Boscan Hontou, quien habría ordenado su traslado al Hospital Militar de Montevideo, donde no quisieron hacerse cargo del cuerpo ya sin vida de Aldo Perrini, regresándolo a Colonia. Pero había que argumentar, y esas argumentaciones ficticias fueron al menos tres. Uno de los médicos militares, también encargado de supervisar las torturas, Eduardo Solano, habría firmado un certificado de defunción donde se especificaba que Perrini ingresó herido al cuartel de Colonia y falleció en la sala de operaciones del Hospital Militar. Otra de las versiones refiere que su muerte se habría debido a una afección cardiaca producto del consumo de tabaco, a pesar de que paradójicamente Aldo Perrini nunca fumó. Pese a todo ello, en otra partida de defunción, firmada por el doctor José Cambón (del Hospital Militar) se establece como causa de su muerte un edema agudo de pulmón, siendo la versión más creíble, a pesar de que no murió en Montevideo sino en Colonia, en razón de los submarinos que se le practicaron. Al día siguiente el batallón entregó el cadáver a la familia, transcurriendo su velorio y su sepelio bajo una estricta y amenazante vigilancia por parte de los uniformados.

SADISMO

En el ingreso a Colonia, con frente a la avenida Baltasar Brum, se erige uno de los más sádicos centros de tortura del interior del país. Desde comienzos de los setenta en el Batallón de Infantería Nº 4 se actuó con la más absoluta impunidad, y pese a ello la de Perrini es la primera denuncia que se presenta en casi cuarenta años. Otros testimonios recogidos también dan cuenta de este sadismo, en la palabra de algunos detenidos que pasaron por ese cuartel. Amado Curbelo detalló a Brecha que “El encargado de dirigir la tortura era Ernesto Rama, que le decían ‘El Tordillo’, y tampoco tengo ninguna duda del resto de la oficialidad que en ese momento actuó: el capitán Bonjour, de Colonia; Emilio Álvarez, que le decían Cococho; Rabito Rivero, también de Colonia; Sosa, que también era oficial; y en cuanto a los médicos yo sólo sabía que estaba el doctor (Eduardo) Solano y también había algún otro médico que ahora no recuerdo. Los médicos por lo general no hablaban, y como uno estaba encapuchado.... Simplemente con la cabeza decían que nos siguieran dando o no. Rama integraba la Organización de Comandos Antisubversivos (OCOA), un grupo que no respondía a los mandos naturales. Su nombre de guerra era Oscar, y se ha dicho que era uno de los que cruzaba a la Argentina a actuar como comando, podemos imaginarnos a qué. Debe tener mucho que ver con la muerte de Michelini y Gutiérrez Ruiz, y con otros muchos uruguayos”. Respecto del Batallón 4 Curbelo añade: “por los relatos que nosotros recibíamos, no sé si era el primero -yo creo que era el primero-, pero sí uno de los tres más sádicos y sanguinarios en tortura. En el penal de Libertad todos los meses cambiaba la guardia; venían de un cuartel distinto todos los meses. Cuando le tocaba al cuartel de Colonia ya todos los presos del país sabíamos que se endurecía la mano”. Refiriéndose a las condiciones de vida en el batallón, el ex preso político Ramón De Pizzol narra que “al principio lo que le llamaban la máquina, la tortura, no tiene plazo. Arrancaban con una tortura física, que era el plantón, y luego el tacho, el submarino”. Al preguntarle si llegó a reconocer a alguno de los médicos que supervisaban las torturas se extiende: “A uno sí: Eugenio Visca. Ese fue el que dijo ‘Denle más, que se hace el vivo’. Luego me pasan al penal de Libertad. Y después que cayeron los de Carmelo me traen otra vez para el cuartel de Colonia. Al otro día nos enteramos que había muerto Aldo Perrini. Lo mataron en el batallón y a la familia le entregaron el féretro sellado. Y no tengo duda de que murió en la tortura”. Jorge Ferrari nació en Nueva Palmira pero creció en Carmelo y conoció a Aldo Perrini. “’Chiquito’ Perrini fue detenido con nosotros. A los pocos días de ser detenido se ensañaron con este compañero en las prácticas de la tortura, hasta que cayó muerto por la tortura”. Y nuevamente aparece el nombre del médico coloniense Eduardo Solano, actualmente radicado en Montevideo: “Había dos médicos, los dos de Colonia. Uno de ellos era Solano; del otro no me acuerdo el nombre. No lo vi en la tortura porque estábamos encapuchados. Lo vi en la enfermería, cuando me fracturaron tres costillas, me fajaron, y él dijo ‘ya pueden seguir’. Y fui trasladado a un barracón, donde seguí con un régimen de tortura”.

NINO PERRINI

Una vez culminada la primera audiencia, Brecha dialogó con Nino Piero Perrini.

—¿Cómo surgió, después de treinta y seis años, tu inquietud por reclamar justicia sobre el asesinato de tu padre?

—La cabeza de un ser humano va cambiando. Yo me enteré a los once años de la realidad de lo de mi padre, porque cuando iba a la escuela mi madre estaba asesorada por una sicóloga que le dijo que como yo era el más chico no lo iba a entender. Yo tenía solamente un año cuando lo mataron; no tengo ningún recuerdo de mi padre, y yo siempre comentaba que mi padre había muerto de un ataque al corazón mientras dormía. Eso era lo que a mí me habían dicho. Y a los once años me entero, porque me levanto, voy a la cocina, escucho a mi madre que estaba hablando con una persona y me quedo escuchando atrás de la puerta, y escuché que la versión que yo tenía no era la verdadera. Recién ahí me enteré cómo había sido, que lo habían matado en el cuartel, que lo habían matado en la tortura, que lo habían asesinado. A raíz de eso tuve una adolescencia muy dura, me enojaba con todo el mundo, todos habían sido culpables, desde los militares hasta quien me hablara del Frente Amplio, estaba enojado con el mundo entero. Esa etapa la pasé, a los 30 años me fui para España, donde conocí a quien ahora es mi mujer, y siempre queriendo saber, hasta que tuve a mi hijo varón a los 34 años, que fue la edad en que mataron a mi padre. Entonces eso me empezó a marcar. Porque en mi casa mucho no se habló del tema tampoco, mi madre quiso protegernos a los tres hermanos. Yo tenía un año cuando papá murió, mi hermano Aldo cinco y Dino seis. Ella sufrió muchísimo. Tenía 28 años, una familia muy feliz con papá, nos tenía a nosotros tres, y con 28 años le cambió la vida totalmente, le mataron al marido, se encuentra con tres hijos chiquitos, pasó a hacerse cargo del negocio de papá, a tener que trabajar todo el día, a ya no poder estar con nosotros de noche. Empezamos a sufrir mucho.

—Cuando hablamos con Jorge Ferrari, que cayó junto con tu padre en Carmelo, me contaba que él escuchaba las torturas que le aplicaban a tu padre en el cuartel de Colonia…

—Claro, más que nada los golpes. Fue muy golpeado.

—¿Tenés idea de por qué se ensañaron tanto con él?

—Lo que me cuentan es que quizás fue porque él era el más corpulento y el mayor de todos, porque la mayoría eran gurises de 18 o 19 años y él tenía 34. Eso es lo que me dice la gente que estuvo con él, porque nadie sabe bien por qué fue que se ensañaron con él.

—¿Sabés cómo lo llevaron, cómo lo secuestraron?

—A mi padre lo fueron a buscar a mi casa el 26 de febrero de 1974 a las diez de la mañana, pero él estaba trabajando en la heladería. Lo van a buscar a la heladería, lo llevan a mi casa, y de ahí al cuartel de Colonia. El 3 de marzo, a la noche, avisan a mi casa que había salido en una ambulancia, que el cuartel lo había llevado para el Hospital Militar, como que había salido herido.

—Eso fue firmado por un médico de Colonia que supervisaba las torturas en el cuartel.

—Hay tres médicos de Colonia que supervisaban las torturas. Y la partida de defunción la firmó otro médico de apellido Cambón, donde figura como que murió en el Hospital Militar, pero yo pienso que lo tienen que haber matado en el batallón, ahí se lo quisieron sacar de encima mandándolo para el Hospital Militar, en el Hospital Militar no lo quisieron recibir tampoco porque el cuerpo había llegado reventado, para mí ya estaba muerto, y lo devuelven al batallón. Ell día 4 entregan el cuerpo a la familia. El 5 lo entierran.

—El miércoles fue la primera audiencia por esta causa.

—Sí, testificaron cinco testigos míos, tres que estuvieron detenidos en la misma fecha que mi padre, un familiar nuestro y otro testigo que estuvo detenido no en la misma fecha ni en el mismo momento que mi padre, pero que lo conocía de antes, era amigo de antes.

—¿Cómo vivió la sociedad de Carmelo, desde 1974 hasta hoy, el asesinato de tu padre, y cómo vive hoy tu denuncia y tu reclamo de verdad y justicia?

—Yo pasé por todo. Hubo gente que quiso lastimarme, hubo gente que nos apoyó, hubo gente que a un hermano mío le llegó a decir que mi padre en algo estaría metido… Hoy quiero poder decirles la verdad a mis hijos de las raíces donde venimos, contarles lo que le pasó al abuelo “Chiquito”. Ahora, con esto, la gente nos está brindando apoyo, la noticia de haber presentado la denuncia ha sido de un cien por cien de apoyo, todo Carmelo está muy conmocionado con esto, quieren saber la verdad, la gente en la calle me para, me da ánimo. A mí me quitaron la posibilidad de conocerlo. Yo no tengo un solo recuerdo. Mi único recuerdo es una foto de mi padre.

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