
- Eduardo, ¿cómo conociste a Ariel Delgado, cuál fue tu primera impresión al conocerlo y cómo prosiguió luego la relación entre ustedes?
- Lo conocí personalmente en el año 1985, en la mítica Radio Belgrano de la primavera democrática argentina. Él hacía “El diario oral matutino”, de 5.30 a 7:00 horas, que fue probablemente el mejor panorama informativo que pueda registrarse en nuestra radiofonía desde entonces. Cuando concluía yo arrancaba con el programa “Sin anestesia”, y así fue durante dos años. Pero en realidad establecimos un fuerte contacto personal en 1989, cuando fuimos convocados por una productora bonaerense para hacer un programa nocturno de información y opinión, en Radio Splendid. Ariel leía las noticias y yo obraba de comentarista. Para mí era un monstruo sagrado, y me recuerdo sentado a su izquierda sin poder creer que compartiera micrófono, palo y palo, codo a codo, con algo así como la historia misma de la radio, aún cuando yo ya era un hombre conocido y ya con "historia propia", digamos, por el éxito que había sido “Sin anestesia”; y antes, por la voz crítica contra la dictadura que significó “Anticipos”, por Radio Continental. Lo alucinante de Ariel era el modo en que corregía y re-redactaba los cables que llegaban de las agencias noticiosas. Marcaba su tono de locución con un golpeteo rítmico de su pierna derecha. Casi nunca cometía un furcio y era espectacular la forma en que remarcaba los títulos y las palabras clave de las oraciones. Llegaba a la radio unas dos horas antes de que comenzara el programa. Era una persona parca, de pocas palabras, extremadamente humilde. No puedo decir que llegamos a ser amigos, pero sí que establecimos una corriente de afecto y respeto que supo asentarse en asados varios e intercambio de apreciaciones políticas con vino tinto de por medio. Era básicamente un solitario y le costaba integrarse a un trabajo en equipo, eso sí. Pero esa traba fue superada a través de que, en forma periódica, se hacían reuniones de producción y cruce de ideas en las que se acordaba lo general de la línea del programa. Una vez que eso se saldaba, él hacía lo suyo respetando lo acordado. Supongo que eso de discutir en colectivo le significaba un gran esfuerzo por su carácter ermitaño, lo cual yo asimilaba más que otros porque mi personalidad es muy similar.
- Quizás muchos oyentes apenas recuerden a Ariel por la "crónica roja" que durante muchos años caracterizó a Radio Colonia y por su particular estilo de narrar esos hechos. Pero él también fue uno de los primeros informativistas que denunció los asesinatos políticos, las desapariciones, la cara real de la guerra de Malvinas...
- Es cierto. Ariel pasó a la historia mucho más como el tipo que impuso un tono locutoril incomparable, y como refugio de los oyentes en todo tiempo de censura, que como alguien profundamente comprometido con un pensamiento de izquierda del que jamás renegó y al que aportó una actitud militante en actos públicos, en la firma de solicitadas, acompañando luchas. Si bien alcanzó un altísimo reconocimiento, tengo la espina de que en algún lugar se lo considera ligado al sensacionalismo vocal cuando la verdad es que fue un periodista extraordinario.
- ¿Cómo era en su vida cotidiana, fuera de los micrófonos?
- Era hombre de salir poco, muy casero, muy lector, muy sufrido. No le daba importancia ni a la ropa ni a ninguna manifestación externa, pero tenía buen gusto. Vivía en un amplio pero modesto departamento del centro de Buenos Aires, cuyas puertas no abría a todo el mundo, ni muchísimo menos. Y siempre sentí que guardaba alguna nostalgia de su exilio italiano, en el sentido de las cosas de buen gusto de los italianos, precisamente. Y era un hombre al que nunca le sobraba una palabra. Se expresaba con oraciones muy cortas y cortantes, que por lo general eran como estiletazos con la particularidad de nunca dejar indiferentes a sus interlocutores.
- ¿Conocés por qué nunca regresó a Radio Colonia luego de su exilio en Italia, aceptando un puesto laboral de menor trascendencia o incidencia en Crónica, después de ser despedido de varias emisoras argentinas?
- No lo sé con precisión. Infiero que tomó a Radio Colonia como un ciclo superado y que quería despegarse de esa suerte de "imagen eterna".
- Hasta que un día llegó el vínculo con Madres de Plaza de Mayo. ¿Qué labor desarrolló en esa organización?
- Se comprometió con las Madres desde un primer momento. Ellas podían contar con él para lo que quisieran, y él jamás le esquivó al bulto. Conducía sus actos junto con Liliana Daunes, por ejemplo, y eso fue todo un signo porque, repito, sus rasgos de personalidad no encajaban con mostrar la cara sino todo lo contrario.
- ¿Qué le falta a la radiofonía tras la muerte de Ariel Delgado?
- Sinceramente no volví a ver ningún profesional de la información radiofónica que tuviese el rigor obsesivo de Ariel. Falta gente como él, capaz de no copiar la agenda de los grandes diarios. O en todo caso, de saber reelaborarla. Es de esas personas que son irrepetibles. Y a mí me daba una enorme confianza ideológica. Y eso también falta. Vaya si falta.
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