El pasado 16 de octubre de 2009, a los 78 años de edad, murió en la ciudad de Buenos Aires el locutor, periodista e informativista José Carioni, popularmente conocido con el seudónimo de Ariel Delgado, a consecuencia de un accidente cerebro vascular, aunque desde hace treinta años venía luchando con diversos problemas coronarios. Se lo recuerda como “la voz de las noticias” al locutor de CW1 Radio Colonia, aquel que acuñó la recordada frase “hay más informaciones para este boletín”. Delgado comenzó su labor periodística en 1955, a los 24 años, en Radio del Estado (actualmente Radio Nacional, de Argentina) redactando noticias nacionales e internacionales, luego continuó en Radio Libertad (hoy Radio del Plata, también de aquel país), y en 1958 la persecución padecida en Argentina lo obligó a radicarse con su familia en la ciudad de Colonia, incorporándose a CW1 Radio Colonia (por entonces Radio Popular) donde comenzó ocupando los puestos de redactor y locutor. Ese mismo año alcanzó un alto grado de popularidad, empezando a ser reconocido y escuchado sobre todo por muchos argentinos que lo sintonizaban para estar al tanto de las noticias que en aquel país no se irradiaban debido a la censura imperante. Esos eran sus principales oyentes, a pesar de que la radio estaba y está instalada en territorio uruguayo. En 1965, cuando su amigo personal, el empresario argentino Héctor Ricardo García, compró Radio Colonia, Ariel Delgado comenzó a desempeñarse como director de esa emisora, y volcó el perfil de la misma hacia la defensa de los derechos humanos y la denuncia de las violaciones a los mismos. Precisamente a raíz de ello, víctima de reiteradas amenazas en el ejercicio de su profesión, a comienzos de los ochenta debió exiliarse en Roma. Las dictaduras que desgobernaban uno y otro margen del Río de la Plata jamás dejaron de apuntar hacia Ariel, y al menos por un rato celebraron su triunfo efímero. Pero dos años después regresó al continente y fijó domicilio en Managua, ciudad en la que vivía su hijo Sergio (por entonces comandante del FSLN), donde trabajó como asesor y comentarista de Radio La Voz de Nicaragua. En 1983, apenas asumió el gobierno argentino el presidente constitucional Raúl Alfonsín, regresó a Buenos Aires, incorporándose sucesivamente a LR2 Radio Argentina, LR3 Radio Belgrano (donde compartió un programa con Eduardo Aliverti), LR9 Radio América y LR4 Radio Splendid. De todas esas emisoras fue despedido porque los propietarios de las mismas discrepaban con su estilo frontal de encarar la información y de no permitirse la autocensura. Con escasas posibilidades de trabajo, en 1993 es contratado por Héctor Ricardo García como secretario de redacción del diario Crónica y dos años después como locutor del canal argentino de televisión Crónica TV. Posteriormente también escribió para el Diario de las Madres de Plaza de Mayo, en forma honoraria. En el año 2007 se le otorgó el premio "Locos de la azotea", que entrega la escuela de Radio TEA (dirigida por Aliverti), pero no pudo asistir a la ceremonia por recomendación médica, debido a su estado. Publicó dos libros relatando sus experiencias: “25 años de periodismo radial” (escrito clandestinamente en Colonia y publicado en Roma en 1981, conteniendo sus editoriales en CW1) y “Agresiones a la prensa”, impreso en 1995 por la editorial de Madres de Plaza de Mayo. José Carioni nació en la ciudad argentina de Mercedes, provincia de Corrientes, el 15 de marzo de 1931. Debido a la inexistencia de personas estrechamente cercanas a Ariel Delgado en la actual Radio Colonia, a casi tres décadas de su alejamiento de esa emisora, dialogamos sobre nuestro entrañable colega periodista y amigo personal Ariel Delgado con su ex compañero de tareas, el también reconocido periodista argentino Eduardo Aliverti.
- Eduardo, ¿cómo conociste a Ariel Delgado, cuál fue tu primera impresión al conocerlo y cómo prosiguió luego la relación entre ustedes?
- Lo conocí personalmente en el año 1985, en la mítica Radio Belgrano de la primavera democrática argentina. Él hacía “El diario oral matutino”, de 5.30 a 7:00 horas, que fue probablemente el mejor panorama informativo que pueda registrarse en nuestra radiofonía desde entonces. Cuando concluía yo arrancaba con el programa “Sin anestesia”, y así fue durante dos años. Pero en realidad establecimos un fuerte contacto personal en 1989, cuando fuimos convocados por una productora bonaerense para hacer un programa nocturno de información y opinión, en Radio Splendid. Ariel leía las noticias y yo obraba de comentarista. Para mí era un monstruo sagrado, y me recuerdo sentado a su izquierda sin poder creer que compartiera micrófono, palo y palo, codo a codo, con algo así como la historia misma de la radio, aún cuando yo ya era un hombre conocido y ya con "historia propia", digamos, por el éxito que había sido “Sin anestesia”; y antes, por la voz crítica contra la dictadura que significó “Anticipos”, por Radio Continental. Lo alucinante de Ariel era el modo en que corregía y re-redactaba los cables que llegaban de las agencias noticiosas. Marcaba su tono de locución con un golpeteo rítmico de su pierna derecha. Casi nunca cometía un furcio y era espectacular la forma en que remarcaba los títulos y las palabras clave de las oraciones. Llegaba a la radio unas dos horas antes de que comenzara el programa. Era una persona parca, de pocas palabras, extremadamente humilde. No puedo decir que llegamos a ser amigos, pero sí que establecimos una corriente de afecto y respeto que supo asentarse en asados varios e intercambio de apreciaciones políticas con vino tinto de por medio. Era básicamente un solitario y le costaba integrarse a un trabajo en equipo, eso sí. Pero esa traba fue superada a través de que, en forma periódica, se hacían reuniones de producción y cruce de ideas en las que se acordaba lo general de la línea del programa. Una vez que eso se saldaba, él hacía lo suyo respetando lo acordado. Supongo que eso de discutir en colectivo le significaba un gran esfuerzo por su carácter ermitaño, lo cual yo asimilaba más que otros porque mi personalidad es muy similar.
- Quizás muchos oyentes apenas recuerden a Ariel por la "crónica roja" que durante muchos años caracterizó a Radio Colonia y por su particular estilo de narrar esos hechos. Pero él también fue uno de los primeros informativistas que denunció los asesinatos políticos, las desapariciones, la cara real de la guerra de Malvinas...
- Es cierto. Ariel pasó a la historia mucho más como el tipo que impuso un tono locutoril incomparable, y como refugio de los oyentes en todo tiempo de censura, que como alguien profundamente comprometido con un pensamiento de izquierda del que jamás renegó y al que aportó una actitud militante en actos públicos, en la firma de solicitadas, acompañando luchas. Si bien alcanzó un altísimo reconocimiento, tengo la espina de que en algún lugar se lo considera ligado al sensacionalismo vocal cuando la verdad es que fue un periodista extraordinario.
- ¿Cómo era en su vida cotidiana, fuera de los micrófonos?
- Era hombre de salir poco, muy casero, muy lector, muy sufrido. No le daba importancia ni a la ropa ni a ninguna manifestación externa, pero tenía buen gusto. Vivía en un amplio pero modesto departamento del centro de Buenos Aires, cuyas puertas no abría a todo el mundo, ni muchísimo menos. Y siempre sentí que guardaba alguna nostalgia de su exilio italiano, en el sentido de las cosas de buen gusto de los italianos, precisamente. Y era un hombre al que nunca le sobraba una palabra. Se expresaba con oraciones muy cortas y cortantes, que por lo general eran como estiletazos con la particularidad de nunca dejar indiferentes a sus interlocutores.
- ¿Conocés por qué nunca regresó a Radio Colonia luego de su exilio en Italia, aceptando un puesto laboral de menor trascendencia o incidencia en Crónica, después de ser despedido de varias emisoras argentinas?
- No lo sé con precisión. Infiero que tomó a Radio Colonia como un ciclo superado y que quería despegarse de esa suerte de "imagen eterna".
- Hasta que un día llegó el vínculo con Madres de Plaza de Mayo. ¿Qué labor desarrolló en esa organización?
- Se comprometió con las Madres desde un primer momento. Ellas podían contar con él para lo que quisieran, y él jamás le esquivó al bulto. Conducía sus actos junto con Liliana Daunes, por ejemplo, y eso fue todo un signo porque, repito, sus rasgos de personalidad no encajaban con mostrar la cara sino todo lo contrario.
- ¿Qué le falta a la radiofonía tras la muerte de Ariel Delgado?
- Sinceramente no volví a ver ningún profesional de la información radiofónica que tuviese el rigor obsesivo de Ariel. Falta gente como él, capaz de no copiar la agenda de los grandes diarios. O en todo caso, de saber reelaborarla. Es de esas personas que son irrepetibles. Y a mí me daba una enorme confianza ideológica. Y eso también falta. Vaya si falta.
- Eduardo, ¿cómo conociste a Ariel Delgado, cuál fue tu primera impresión al conocerlo y cómo prosiguió luego la relación entre ustedes?
- Lo conocí personalmente en el año 1985, en la mítica Radio Belgrano de la primavera democrática argentina. Él hacía “El diario oral matutino”, de 5.30 a 7:00 horas, que fue probablemente el mejor panorama informativo que pueda registrarse en nuestra radiofonía desde entonces. Cuando concluía yo arrancaba con el programa “Sin anestesia”, y así fue durante dos años. Pero en realidad establecimos un fuerte contacto personal en 1989, cuando fuimos convocados por una productora bonaerense para hacer un programa nocturno de información y opinión, en Radio Splendid. Ariel leía las noticias y yo obraba de comentarista. Para mí era un monstruo sagrado, y me recuerdo sentado a su izquierda sin poder creer que compartiera micrófono, palo y palo, codo a codo, con algo así como la historia misma de la radio, aún cuando yo ya era un hombre conocido y ya con "historia propia", digamos, por el éxito que había sido “Sin anestesia”; y antes, por la voz crítica contra la dictadura que significó “Anticipos”, por Radio Continental. Lo alucinante de Ariel era el modo en que corregía y re-redactaba los cables que llegaban de las agencias noticiosas. Marcaba su tono de locución con un golpeteo rítmico de su pierna derecha. Casi nunca cometía un furcio y era espectacular la forma en que remarcaba los títulos y las palabras clave de las oraciones. Llegaba a la radio unas dos horas antes de que comenzara el programa. Era una persona parca, de pocas palabras, extremadamente humilde. No puedo decir que llegamos a ser amigos, pero sí que establecimos una corriente de afecto y respeto que supo asentarse en asados varios e intercambio de apreciaciones políticas con vino tinto de por medio. Era básicamente un solitario y le costaba integrarse a un trabajo en equipo, eso sí. Pero esa traba fue superada a través de que, en forma periódica, se hacían reuniones de producción y cruce de ideas en las que se acordaba lo general de la línea del programa. Una vez que eso se saldaba, él hacía lo suyo respetando lo acordado. Supongo que eso de discutir en colectivo le significaba un gran esfuerzo por su carácter ermitaño, lo cual yo asimilaba más que otros porque mi personalidad es muy similar.
- Quizás muchos oyentes apenas recuerden a Ariel por la "crónica roja" que durante muchos años caracterizó a Radio Colonia y por su particular estilo de narrar esos hechos. Pero él también fue uno de los primeros informativistas que denunció los asesinatos políticos, las desapariciones, la cara real de la guerra de Malvinas...
- Es cierto. Ariel pasó a la historia mucho más como el tipo que impuso un tono locutoril incomparable, y como refugio de los oyentes en todo tiempo de censura, que como alguien profundamente comprometido con un pensamiento de izquierda del que jamás renegó y al que aportó una actitud militante en actos públicos, en la firma de solicitadas, acompañando luchas. Si bien alcanzó un altísimo reconocimiento, tengo la espina de que en algún lugar se lo considera ligado al sensacionalismo vocal cuando la verdad es que fue un periodista extraordinario.
- ¿Cómo era en su vida cotidiana, fuera de los micrófonos?
- Era hombre de salir poco, muy casero, muy lector, muy sufrido. No le daba importancia ni a la ropa ni a ninguna manifestación externa, pero tenía buen gusto. Vivía en un amplio pero modesto departamento del centro de Buenos Aires, cuyas puertas no abría a todo el mundo, ni muchísimo menos. Y siempre sentí que guardaba alguna nostalgia de su exilio italiano, en el sentido de las cosas de buen gusto de los italianos, precisamente. Y era un hombre al que nunca le sobraba una palabra. Se expresaba con oraciones muy cortas y cortantes, que por lo general eran como estiletazos con la particularidad de nunca dejar indiferentes a sus interlocutores.
- ¿Conocés por qué nunca regresó a Radio Colonia luego de su exilio en Italia, aceptando un puesto laboral de menor trascendencia o incidencia en Crónica, después de ser despedido de varias emisoras argentinas?
- No lo sé con precisión. Infiero que tomó a Radio Colonia como un ciclo superado y que quería despegarse de esa suerte de "imagen eterna".
- Hasta que un día llegó el vínculo con Madres de Plaza de Mayo. ¿Qué labor desarrolló en esa organización?
- Se comprometió con las Madres desde un primer momento. Ellas podían contar con él para lo que quisieran, y él jamás le esquivó al bulto. Conducía sus actos junto con Liliana Daunes, por ejemplo, y eso fue todo un signo porque, repito, sus rasgos de personalidad no encajaban con mostrar la cara sino todo lo contrario.
- ¿Qué le falta a la radiofonía tras la muerte de Ariel Delgado?
- Sinceramente no volví a ver ningún profesional de la información radiofónica que tuviese el rigor obsesivo de Ariel. Falta gente como él, capaz de no copiar la agenda de los grandes diarios. O en todo caso, de saber reelaborarla. Es de esas personas que son irrepetibles. Y a mí me daba una enorme confianza ideológica. Y eso también falta. Vaya si falta.
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