Sosteniendo la Pared, 27 de octubre 2012

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Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (primera parte)

Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (segunda parte)

Caso Trigo (en Cámara Testigo, 9 de mayo 2011)

miércoles, 20 de enero de 2010

Anatomía bélica


“Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda”.
Pablo Neruda

Mi sudor del jadeo imaginado. Transpiración helada y anhelante. Mis ojos casi infantiles de hijo único inquiriendo al/requiriendo del hermano mayor que jamás. Mis suposiciones y el miedo de que sería o sería, desde mi esta trinchera segura y privada hasta hoy. Mi adiós definitivo a todas las batallas reales de soldados de plástico con pasto verde y horizontes de cena ya lista. Mi roja adrenalina en los labios pálidos para dentro de un rato. Mi bolsillo arsenal empobrecido de trescientos contados recontados. Mis nulos precedentes. Mi objetivo concreto a un costado del pasillo pegajoso de sudores calientes, miradas fijas, bigotes alcoholizados, pendientes del gatillo de la puerta. Mi escuadrón de trescientos pendientes de la puerta del gatillo. Mi noche primera y única. Mis tímpanos destrozados con la guerra de mentira que se escuchaba de afuera. Mis faltan tres, faltan dos, falta uno. Mis detonaciones de bisagras crujientes. Cuerpo a tierra. Mi nueva/vieja batalla de soldados midiéndose a centímetros pero sin mirarse, atrincherado frente al fuego cerrado de una veladora vieja con puntillas quemadas de tanto plástico abatido en otras guerras. Mi patada en el hígado, mi ternura no dicha, mi llanto adulto, mi deserción de bisagras, veladoras, picaportes, pasillos, escuadrones de ginebra con objetivo expuesto. Mis trescientos rehenes a cambio. Mi subjetivo pase y siga. Mis quince al uso. Mi hoy recuerdo cobarde de la calle de los saldos. Mi deserción eterna.
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La cresta del metal asoma su cabeza en los campos minados de Bagdad. Allí no hay prisa por quizás no llegar a ninguna parte. No hay dolor. No hay siesta de domingo. Sólo arena recalentada a pólvora y sangre caliente por el fuego invasor. Pero la naturaleza siempre puede más. Así lo saben en Puerto Príncipe. El ojo del huracán, su boca abierta, su vagina con dientes, superó todos los planes de los azules de la ocupación. Y ocupó hasta a los ocupantes. Antes y después vinieron el hambre y la desolación. Nada cambió de como era antes y después. Parecen moscas pero son hombres. Con pies y manos se pegan a la piedra y trepan los guatemaltecos para saltar el muro imperial hacia el otro lado, donde los de su misma clase les hacen volar las muelas de diez balazos en el rostro, y con las muelas todo el resto. Restos. Por eso en Gaza prefieren cruzar por el camino más largo. Por eso entienden que en toda guerra las armas más poderosas son las que la economía construye. Así ocurre en todo este mundo de fotos veladas que no aparecen en la tapa de los diarios, por eso.
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Has de morir, pero hoy todavía no. Así le habló el carcelero a su presa, el paco al joven falopero de cabotaje, la panza al albañil con cinco hijos que bajó del andamio sin volver a subir, la bolsa conquistada al hurgador, la noche de este invierno al sin pared ni techo, el sistema laboral a los mayores de treinta, el sistema electoral a los menores del dos por ciento, el sistema conyugal a todos y a cada rato. Todavía no será, pero has de morir. Y ese no morir de mientras tanto es la peor muerte permanente y definitiva.
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Uno contra otro. Mano a mano. Cuerpo a cuerpo. Contramano. Contracuerpo. Contraunootro. A veces suele ser así eso que llaman amor. Inundación que nos refresca y asfixia. Guerra sin cuartel ni territorio neutral. Prisión de primerizos sin salida transitoria. Besos furiosos de autodefensa civil. Abrazos esquirlas de otros abrazos mayores partiendo en retirada. Olvido de recuerdos. Pasión sin serenata. Difuso calendario de deseos. Carpe diem. Así la vida. Así el vestido en estampida. Mi reloj. Tus aros. Los accesorios todos de eso que llaman amor haciendo un agujero en el piso de madera del terreno común que compartimos ya demasiados otoños. Estaciones de un tren sin rieles hasta acabar estallando al final una vez más. No quiero estar allí cuando no me necesites. No quiero necesitarte cuando no estés. No quiero que usemos los mismos nombres que en el desayuno. Carpe diem. Así es al día. La vida que soñamos al final así es. Nuestras ropas descubriéndonos sabidos. Nuestro dejarnos caer siempre del mismo lado. Dejarnos caer. Y allí el combate. Uno sobre el otro coreografiando la misma escena una y otra vez. Mordiéndonos sin tregua hasta alcanzar la paz. La paz de la no guerra. ¿Entonces? Carpe diem. Así el amor. El espanto así. Sobreactuación de actores de reparto. Improvisados. Inseguros. Frágiles. Cansados. Y así acabar como lo marca el guión. El cotidiano conyugal placer a conquistar de a uno. Solos. Uno contra uno. Mi mano. Mi cuerpo. Y vos allá. Tu cuerpo/mano lejos. Retomando cada uno en singular ese túnel del sueño que nos aparte un poco más hasta mañana. Y siempre ese deseo de desear que desearemos desearnos como cuando no nos conocíamos tanto así.
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Cuando el patrón nos envió el telegrama de despido. Cuando la adolescencia partió y nos dejó solos y jóvenes. Cuando murieron los nuestros. Cuando primero la sequía y después la inundación. Cuando nos dijo que sí o cuando dijo que no. Cuando erramos el penal sobre la hora. Cuando pudimos ver las botas yanquis hasta en la luna. Cuando triunfó la impunidad. Cuando quisimos ser los que no fuimos. Cuando los que fueron cambiaron demasiado. Cuando La Higuera, La Moneda, Salsipuedes y el Ayuí. Cuando tragamos el asco que nos mató y nos resucitó en furia. Cuando la besamos en la frente y luego en los labios y luego. Cuando la ideología mató la idea. Cuando el medio mató el fin. Cuando nos expulsaron del barrio patrimonial a las patadas. Cuando murió la flor. Cuando lloramos todos. Y cuando supimos que más del setenta por ciento de la Tierra es agua. Agua nomás y sólo eso.

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