Sosteniendo la Pared, 27 de octubre 2012

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Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (primera parte)

Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (segunda parte)

Caso Trigo (en Cámara Testigo, 9 de mayo 2011)

miércoles, 9 de enero de 2008

Agítese antes de usar

“Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
La memoria apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento”.
León Gieco.


Primero fue la luz. Pero antes fue la oscuridad. Y antes de la oscuridad y de la luz fue el miedo y la incertidumbre. Nomás cosa repetida. Así hemos estado desde entonces. Construyendo luz y oscuridad. Trabajando por la una o por la otra. Tomando partido. Cada quien lo suyo. Procreando mitos, supersticiones y fanatismos. Pariendo libertad, amor y solidaridad. Enfrentándonos y renaciéndonos sin ave fénix. Desde cenizas propias o ajenas. Confabulando dioses y dogmas. Fabulando historias de herejías y traiciones. A pleno empeño, levantamos y volteamos imperios y conceptos. Nos equivocamos y recomenzamos. Nos mataron y matamos. Pero el Hombre, ese defecto de la virtud, siguió intacto pese a todo. Inédito, fundacional, hidalgo, valiente, cobarde y mortal. Aprendiendo, hizo del pozo de agua un bien común. Lo construyó, lo repartió o se lo robaron. El Hombre siguió creciendo del agua que lo creó. Atrapó el viento y lo convirtió en harina. Alzó la idea y sustentó su obra. Le puso piel, y fue la suya. Le agregó la palabra y fue invencible. Sembró la palabra, que fue agua y harina, y creció en el pan que alimentó la lucha. Después cantó. Y descansó un día, que no fue el séptimo.
Primero fue el grito. Pero antes fue el silencio. Y antes del antes fue el reino de la oscuridad que imperó antes de la luz, cuando el Hombre gritó por primera vez. Reverenció cuando malentendió su pequeña estatura. Maldijo por lo mismo. Quedó paralizado frente a su propia inmensidad, que puso afuera. Confundió amigos y enemigos. Enloqueció ante sí. Renegó de la cordura que puso cada color en su lugar. Enfureció contra el paisaje. Se odió y gritó por segunda vez, la vez que fue escuchado. Y se creyó el centro del universo. Dios y dogma él. Altísimo, purísimo y uniquísimo. Sintió el deber-derecho de imponer su razón a los demás. Peleó por conquistar. Mató y lo mataron. Siguió peleando hasta hoy. Siguió colonizando. No logró alcanzar las uvas y asesinó al sol. Se comparó con todo lo demás. Se dolió, lloró, sufrió la soledad. Y gritó una tercera vez pidiendo ayuda. Se tornó comunidad. Desafiló sus garras. Destrozó toda su obra. Y volvió a crear desde la nada, sabiendo ya que la nada no existe en tanto él no la construya, destruyendo. Y descansó un día, junto a los suyos, renaciendo juntos.
Primero fue la guerra. Pero antes de la guerra fue la paz. Y antes de la paz y de la guerra, que sucedió al silencio, al grito, a la oscuridad y a la luz, fue la ambición. El Hombre desaprendió tantas veces como fue parido. Y sigue desaprendiendo hoy. Sus dioses ya no son el trueno y el rayo. Son todavía menos intangibles que la tan simple naturaleza, y mucho menos pródigos. El Hombre no los puede tocar, aunque los nombre. Y al no tocarlos, perdió el sentido del tacto. Y al no tenerlos, quedó ciego. Y de tanto nombrarlos, quedó mudo. Y de tanto gritarlos, quedó sordo. Y de tanto correr tras ellos, perdió el rumbo y el olfato. Y de tanto no alcanzarlos, negó ante sí el gusto de poseerlos. Pero sin sentidos el Hombre siguió. Y cayó muerto. Y otros Hombres que lo vieron comenzaron a entender por dónde no va la vida. Y entonces renacieron. Y un día, que todavía no es, fueron el Hombre nuevo que con sangre en La Higuera quedó sembrado para alguna vez.
Ladrillo por ladrillo y sangre por sangre, el Hombre se fue haciendo a sí mismo y procreando la especie que debe ser mejor mañana. Así lo dicta la evolución desde las cavernas hasta la involución de los edificios. Lo marca el paso del Tiempo, de ese mismo Tiempo que pasa sin quedársele, sin adherírsele, casi sin reconocerlo. Como si el Tiempo no hubiera sido creado por él mismo para habitarlo y crecer en él. Y conociendo la ingratitud del Tiempo, el Hombre creó la Historia. Y la dejó ahí. Escribió libros, relató hechos, y los dejó ahí. Levantó bibliotecas, construyó museos, fundó universidades, foros, cátedras, emblemas, símbolos, ideologías, fronteras, y los dejó. Entonces la Historia y el Tiempo, mucho más sabios que el Hombre que los creó, forjaron la Memoria. En ella estamos todos, pero vivimos como si no lo supiéramos. Va en ella nuestra acción y nuestra abstención, esa otra forma de acción. En ella está retratado nuestro asombro ante la luz, nuestra incertidumbre y nuestro miedo ante la oscuridad, nuestro silencio y nuestro grito, individual y colectivo, nuestro dolor, nuestra alegría, nuestro llanto, nuestras conquistas y nuestra soledad. En fin, toda nuestra obra, nuestro Tiempo y nuestra Historia. No la busquen en los centros de enseñanza. No está en los templos ni en las enciclopedias ni en los cementerios. No es tan frágil para vivir entre cuatro paredes o dos tapas de cartón prensado o muy falsos informes oficiales. Viene ahí. Está en la calle, en las paredes, en vos y en mí. Está en el Hombre que la negó más de tres veces y no sólo se llamó Pedro. Acompaña los escraches, llega junto a los reclamos populares más legítimos. Sufre el frío de tu olvido, pero vive a la intemperie y sin más trapos. Se rebela en cada ley de impunidad, en cada pacto de los engañadores y apaciguadores. Está en tu futuro y en el mío, para que la muerte no sea del todo cierta. Y no murió siempre que la matamos.
Primero fue la Memoria, lo sigue siendo, hija del Hombre, del Tiempo y de la Historia. Todo lo demás vino después: el trueno, el rayo, el agua, el viento, la palabra, el dogma, la furia, el miedo, el sol, la lucha, los sentidos, las ganas de libertad, las guerras y las guerrillas, las muertes, las desapariciones y las mentiras. No te asocies con ella, que tiene agallas. No vayas por su ayuda, que sólo te compromete. No busques su compañía, que la tienen marcada, fichada, maldecida. No intentes descifrarla, que es materia prohibida. No trates de ocultarte, que te conoce de memoria. No te inclines a su juicio, que es impiadosa. No le preguntes nada, que te lo dice todo. Ella puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos sobrevivir sin ella. Dejala ahí. No indagues. No la busques. Que se te pasa el informativo de la tarde.

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