“Te sentaba tan bien
esa boina calada,
al estilo del...”
Joaquín Sabina
El desclasado guevara hoy duerme sobre los laureles de su remera con boina, transpirada con cuarteto bailantero made in su patria.
De renegada adolescencia rockera, el premédico partió con los peludos de bella unión y le creció la melena hasta cubrirle la visión de su acomodada niñez santafecina.
De puro asmático, abandonolos a mitad de camino, en paysandú, y cruzó a mejores aires, donde un habano castrista le aventó los pulmones hacia otros universos que aún no existen.
Allí contrajo el vicio por el que luego murió en la tierra de evo, todavía un niño apenas que ni soñaba con la banda presidencial ni la cosmovisión indígena ni el yanquis go home.
Con pasaporte yorugua, obtenido en Washington por salvoconducto de jorge drexler, anduvo por la américa mestiza de colón cuando todavía soñaba con la descolonización.
Después murió de autogolpe, si bien podría haber callado aquel tirá que vas a matar a un hombre.
Así son los viajes en motocicleta, qué le va a hacer.
El oscar lo mareó, pero tanto, que hasta creyó poder negociar con el PC, que como todos saben, tiempo después fue parido por bill gates.
El tuteable de esta historia se trataba de usted, se respetaba más que nosotros a él, por eso en guatemala se dio por enterado de que peludos con ansias de revolución existen en todas partes y partió hacia el méxico prefox, dejando a eva con su perón y a la motocicleta en la academia.
Enseñó el porteño a los aborígenes, y conoció la importancia de dejar de llamarse ernesto.
Anduvo de paria por la historia, haciéndola sin comprarla hecha, inédita, insumisa, alzada, y se embarazó de hombre nuevo.
Pero todavía no llegó a parir, aunque hay quienes esperan que aún lo haga, pocos, claro, tan hartos de pragmatismo que no se puede creer.
El mayo francés que vino un año después de aquella foto en la higuera, muerto de veras con los ojos abiertos, le enseñó que bien podía haber poder en la imaginación.
Y empezó a imaginar.
Se imaginó otros pueblos construyendo la historia, pobre infeliz, y comenzó a tener hijos para hacerlos posible, con viglietti en la spica pegado a la oreja de van gogh.
Cuentan que ahí se volvió sordo a todo halago, que renunció a su sillón ministerial, y que partió con la selva al hombro hacia nuevas orejas que demandaban la clara, entrañable transparencia de su querida presencia, en la menor y desafinado por todos los egresados que vacacionaban en bariloche en torno a una birra y otras sustancias.
Los peludos ya estaban en montevideo, y él en todos lo sitios inhabitables a los que su motocicleta ideológica, que cuentan era como un jet, lo arrastraba sin siquiera pasar antes por la estación de servicio.
Fidel se enfermaba y el imperio afilaba sus uñas, pero eso era después, cuando ya el che no era ni siquiera usted y la patria americana se cubría de parlamentos reaccionarios, como hongos alucinógenos.
Entonces partió al áfrica, y después volvió, como todos los que parten a las colonias europeas en el áfrica.
Pero volvió a otras colonias, donde los iracundos cantaban la noche de la nostalgia en el conrad resort de punta del este, a pesar de que nadie nostalgiaba en esos parajes donde el presente no se presenta nada mal para los neocolonizadores poscolón.
A la altura de puerto montt se tomó el raje al puerto montt real, donde nunca llegó a estar, pero igual le alcanzó para empedarse con allende por su futuro triunfo y enseñarle a morir con dignidad, hasta que un augusto nada augusto les cortó el beberaje y las ondas de radio magallanes, mientras víctor agonizaba cantando en el entretiempo de un partido que perdían todos los chilenos, y que siguen perdiendo con el colo colo y con bachelet.
Se dejó herir por algunos carabineros, sólo para regresar a chiapas con algún souvenir que poder mostrarle a marcos, y entre comandantes se entendieron por lo que vendría después.
El sub le regaló un fusil y una otra campaña, y el santafesinocordobés se fue contento a romper su credencial para evitar toda seducción de volver a ejercer su democrático derecho cívico.
Al rato nomás se fueron los marines y los rangers de todos los países ocupados, porque esa era la mejor manera de quedarse, con rumbo a irak, el líbano, palestina, haití, colombia, paraguay, afganistán, y así llegaron todas las campañas preelectorales a la subregión, y su boina calada arrasó en las tiendas, en las discotecas y en las urnas.
Ernesto se quedó de pelo al viento y rumbeó al sello ayuí, a pocas cuadras de mariscal estigarribia, sobre el acuífero guaraní, demasiado cerca de la triple frontera, para encontrarse con josé que venía de un éxodo de años, que todavía continúa caminando, a pesar de los cordiales envites de todos los rivera y similar calaña.
Ansina fue que, evitando los libros de historia, se miraron y se reconocieron enseguida, y se murieron de acuerdo, los dos muy lejos de su tierra de nacencia para que nadie tuviera que sentir su muerte tan cercana que osara la intención de redimirla.
Y así esta historia, sin príncipe sapo ni moraleja, llegó a su fin, el mismo día en que en el cine del barrio estrenaban harry potter ciento nueve, y por quién doblan las campanas muy en segunda sección.
En la boletería, un grupo de asmáticos en motocicleta se tuteaban a voz en cuello, y a voz en cuello coreaban no sé qué cosa, pero no hablaban de celuloide. Eso es seguro.
esa boina calada,
al estilo del...”
Joaquín Sabina
El desclasado guevara hoy duerme sobre los laureles de su remera con boina, transpirada con cuarteto bailantero made in su patria.
De renegada adolescencia rockera, el premédico partió con los peludos de bella unión y le creció la melena hasta cubrirle la visión de su acomodada niñez santafecina.
De puro asmático, abandonolos a mitad de camino, en paysandú, y cruzó a mejores aires, donde un habano castrista le aventó los pulmones hacia otros universos que aún no existen.
Allí contrajo el vicio por el que luego murió en la tierra de evo, todavía un niño apenas que ni soñaba con la banda presidencial ni la cosmovisión indígena ni el yanquis go home.
Con pasaporte yorugua, obtenido en Washington por salvoconducto de jorge drexler, anduvo por la américa mestiza de colón cuando todavía soñaba con la descolonización.
Después murió de autogolpe, si bien podría haber callado aquel tirá que vas a matar a un hombre.
Así son los viajes en motocicleta, qué le va a hacer.
El oscar lo mareó, pero tanto, que hasta creyó poder negociar con el PC, que como todos saben, tiempo después fue parido por bill gates.
El tuteable de esta historia se trataba de usted, se respetaba más que nosotros a él, por eso en guatemala se dio por enterado de que peludos con ansias de revolución existen en todas partes y partió hacia el méxico prefox, dejando a eva con su perón y a la motocicleta en la academia.
Enseñó el porteño a los aborígenes, y conoció la importancia de dejar de llamarse ernesto.
Anduvo de paria por la historia, haciéndola sin comprarla hecha, inédita, insumisa, alzada, y se embarazó de hombre nuevo.
Pero todavía no llegó a parir, aunque hay quienes esperan que aún lo haga, pocos, claro, tan hartos de pragmatismo que no se puede creer.
El mayo francés que vino un año después de aquella foto en la higuera, muerto de veras con los ojos abiertos, le enseñó que bien podía haber poder en la imaginación.
Y empezó a imaginar.
Se imaginó otros pueblos construyendo la historia, pobre infeliz, y comenzó a tener hijos para hacerlos posible, con viglietti en la spica pegado a la oreja de van gogh.
Cuentan que ahí se volvió sordo a todo halago, que renunció a su sillón ministerial, y que partió con la selva al hombro hacia nuevas orejas que demandaban la clara, entrañable transparencia de su querida presencia, en la menor y desafinado por todos los egresados que vacacionaban en bariloche en torno a una birra y otras sustancias.
Los peludos ya estaban en montevideo, y él en todos lo sitios inhabitables a los que su motocicleta ideológica, que cuentan era como un jet, lo arrastraba sin siquiera pasar antes por la estación de servicio.
Fidel se enfermaba y el imperio afilaba sus uñas, pero eso era después, cuando ya el che no era ni siquiera usted y la patria americana se cubría de parlamentos reaccionarios, como hongos alucinógenos.
Entonces partió al áfrica, y después volvió, como todos los que parten a las colonias europeas en el áfrica.
Pero volvió a otras colonias, donde los iracundos cantaban la noche de la nostalgia en el conrad resort de punta del este, a pesar de que nadie nostalgiaba en esos parajes donde el presente no se presenta nada mal para los neocolonizadores poscolón.
A la altura de puerto montt se tomó el raje al puerto montt real, donde nunca llegó a estar, pero igual le alcanzó para empedarse con allende por su futuro triunfo y enseñarle a morir con dignidad, hasta que un augusto nada augusto les cortó el beberaje y las ondas de radio magallanes, mientras víctor agonizaba cantando en el entretiempo de un partido que perdían todos los chilenos, y que siguen perdiendo con el colo colo y con bachelet.
Se dejó herir por algunos carabineros, sólo para regresar a chiapas con algún souvenir que poder mostrarle a marcos, y entre comandantes se entendieron por lo que vendría después.
El sub le regaló un fusil y una otra campaña, y el santafesinocordobés se fue contento a romper su credencial para evitar toda seducción de volver a ejercer su democrático derecho cívico.
Al rato nomás se fueron los marines y los rangers de todos los países ocupados, porque esa era la mejor manera de quedarse, con rumbo a irak, el líbano, palestina, haití, colombia, paraguay, afganistán, y así llegaron todas las campañas preelectorales a la subregión, y su boina calada arrasó en las tiendas, en las discotecas y en las urnas.
Ernesto se quedó de pelo al viento y rumbeó al sello ayuí, a pocas cuadras de mariscal estigarribia, sobre el acuífero guaraní, demasiado cerca de la triple frontera, para encontrarse con josé que venía de un éxodo de años, que todavía continúa caminando, a pesar de los cordiales envites de todos los rivera y similar calaña.
Ansina fue que, evitando los libros de historia, se miraron y se reconocieron enseguida, y se murieron de acuerdo, los dos muy lejos de su tierra de nacencia para que nadie tuviera que sentir su muerte tan cercana que osara la intención de redimirla.
Y así esta historia, sin príncipe sapo ni moraleja, llegó a su fin, el mismo día en que en el cine del barrio estrenaban harry potter ciento nueve, y por quién doblan las campanas muy en segunda sección.
En la boletería, un grupo de asmáticos en motocicleta se tuteaban a voz en cuello, y a voz en cuello coreaban no sé qué cosa, pero no hablaban de celuloide. Eso es seguro.
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