Sosteniendo la Pared, 27 de octubre 2012

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Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (primera parte)

Entrevista en Poder Ciudadano, Canal 5 TNU, 22.9.2011 (segunda parte)

Caso Trigo (en Cámara Testigo, 9 de mayo 2011)

domingo, 6 de enero de 2008

Con un ladrillo en cada mano


Si difíciles fueron los 33 años de vida del Frente Amplio, y si muy difícil resultó –aunque nuevas alianzas mediante– haber logrado conquistar el gobierno nacional, la tarea más empeñosa recién se inicia. No sólo por el tremendo desafío que representa conducir los destinos de un país, sino también por la correlación interna de fuerzas que componen esta Nueva Mayoría.
La coyuntura regional es sumamente propicia para el avance de fuerzas no conservadoras. No se deberá, por tanto, perder el rumbo hacia la construcción de una izquierda real en nuestro Uruguay. Y ello solamente ocurrirá si las bases se mantienen permanentemente movilizadas, como en la noche del festejo, pero aportando y cuestionando para que ese festejo haya tenido una real razón de ser.
Porque los gobiernos no deben representar un fin en sí mismos sino un canalizador de las inquietudes de toda la población.
Por ello es que la interna se juega ahora y en cancha propia. Y no hay excusas.
En esa lucha fraterna deberá imponerse el curtido abajo frenteamplista por sobre el debutante concepto del arriba progresista. Así sí podremos vivir ese Uruguay de izquierda fundacional, anticapitalista y antiimperialista por el que tanta sangre fue inmolada.
Pero para no extraviarnos en análisis que cada uno deberá procesar a su manera, vamos a remitirnos a la opinión de dos orientales de izquierda que siempre se han caracterizado por su lucha propopular, cada uno desde su trinchera, confluyendo ambos en los pensamientos más lúcidos de que podemos hacer alarde: el escritor Eduardo Galeano y el cantor y compositor Daniel Viglietti.
Escribía el primero, pocos días antes del acto electoral: "Los uruguayos somos poquitos, nada más que tres millones. Cabemos, todos, en un solo barrio de cualquiera de las grandes ciudades del mundo. Somos tres millones de anarquistas conservadores: no nos gusta que nadie nos mande, y nos cuesta cambiar. Cuando nos decidimos a cambiar, la cosa va en serio. Ahora soplan, en el país, buenos vientos de cambio. Ya va siendo hora de que nos dejemos de ser testigos de nuestras desgracias. El Uruguay lleva mucho tiempo estacionado en su propia decadencia, desde las épocas en que supimos estar a la vanguardia de todo. Los protagonistas se habían vuelto espectadores. Tres millones de ideólogos políticos, y la política práctica en manos de los politiqueros que han convertido los derechos ciudadanos en favores del poder; tres millones de directores técnicos de fútbol, y el fútbol uruguayo viviendo de la nostalgia; tres millones de críticos de cine, y el cine nacional no ha pasado de ser una esperanza. (...) La experiencia de otros países latinoamericanos nos enseña que las privatizaciones pueden engordar las cuentas privadas de algunos políticos, pero duplican la deuda externa, como ocurrió en Argentina, Brasil, Chile y México en los últimos diez años; y las privatizaciones humillan, a precio de banana, la soberanía. (...) Valgan estas líneas, si de algo valen, como un fundamento de voto por el Encuentro Progresista-Frente Amplio. Ojalá las urnas confirmen, en las elecciones venideras, la vocación respondona de este paradójico país, donde yo nací y volvería a nacer".
Y así también respondía Daniel Viglietti a una entrevista para el diario La Jornada de México: "A horas de las elecciones siento que en la curva de la historia la razón vence a la soberbia y la prepotencia. Partidos políticos que fueron fundacionales en nuestra historia entraron en décadas de corrupción y autoritarismo creciente, imbricados en lo que fue la irrupción de la dictadura, y luego pasaron a la oposición. Entraron a vaciar las arcas del Estado, a privatizar todo, olvidando al pueblo. (...) Existe la necesidad de depositar confianza en el futuro y sabemos que hay que trabajar juntos, tener los ojos puestos en la utopía con los pies en la tierra, los ojos puestos en la utopía, pero no como hipnosis sino mirando la realidad, tratando de que el pueblo no se desmovilice. Esta elección, si se gana como todo apunta, la ganará el pueblo, y este pueblo no tiene que desmovilizarse. Una cosa es el sillón presidencial, el gobierno, y otra la enorme superficie de tierra que es el país, y allí debe mantenerse viva esa llama. No hay que dejar que se apague y hay que tratar de que los movilizados de otros tiempos, los comités de base, algunos paralizados por errores, vuelvan a movilizarse. Eso es fundamental. (...) Es lo que yo llamo fuentes de este río, nacientes de este río, y ahora viene la etapa del cauce. Y el río tiene que regar el cauce con medidas para el país. Lejos pongamos la amenaza de que ocurran cosas como en otras experiencias en otros países. Esperamos que haya coherencia, respuestas básicas contra el hambre, la prioridad de los niños en la pobreza, y que los programas de urgencia se realicen como dice nuestro himno. (...) Es un momento histórico en América Latina, es el tiempo de los pueblos, y nosotros, en un país muy pequeño, estamos aportando lo nuestro".
Y otra abrumadora mayoría ciudadana también hizo posible que las reformas constitucionales enmarcadas en el plebiscito por el agua fueran aprobadas. Ello representa, fundamentalmente, un ejemplo de coherencia soberana para el mundo entero.
Sigamos por esa vía para construir los verdaderos, necesarios y más profundos cambios que la historia nos demanda.
Marchemos todos, de aquí y para siempre, aportando nuestro ladrillo en mano hacia esa construcción, y no sólo nos descansemos en un circunstancial resultado electoral.
Que el tiempo siempre está después.

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