Esta semana la Real Academia Española, es decir, la superada moralina iletrada de los que aprueban-desaprueban todo lo propio público o privado que con nuestra lengua hacemos, anunció que integrarán a su venerable diccionario de palabras con visa salival el lenguaje utilizado en los mensajes de texto. Enseguida pensé en El Quijote, en La Biblia, en La Divina Comedia… Hasta en Los poemas de la oficina de Benedetti pensé. Hasta en la Constitución pensé. Hasta en la revista Radiolandia, mire. Hasta en los no monosilábicos de los empleados públicos amparados en su burócrata inamovilidad. ¡Hasta en los discursos presidenciales, imagínese! Sí, tiene razón, ya estaba al borde del colapso, y mi incordura se procuraba un mínimo refugio compartido de dos por dos en la casita blanca aquella de la avenida Millán. Es que uno es tan conservador… y siempre las lenguas lamen mucho mejor de lo que hablan, como he dicho. Pero bajé un cambio. Dejé a Cervantes con sus molinos y me puse a escuchar a Viglietti, que está cumpliendo cincuenta años dslmbrnd. Sí, sí. Ahí toqué piso. Volví de Millán y se me dio por imaginarme la nueva letra de A desalambrar con visa lingual de la Real Academia. ¡Al fin la literatura en manos del pueblo!; de los jóvenes excluidos del sistema geriátrico; de las damas carrasquianas relegadas de la vida conyugal; de los políticos neófitos, ignorantes, truchos y ambiciosos autoexcluidos del sistema parlamentario. Y de inmediato me aboqué a la procreativa tarea de ilustrar la vida gris y ajena de la no sabe no contesta aquella que conocí una noche de escabio en la discoteca, con la que mantenemos habituales relaciones promiscuas hasta el día de hoy, pero sólo a través de mensajes de texto. Y le puse:
io prgto a ls prsnts si no sean psto a pnsr
ksta trra s d nstrs i no dl k tga +
io prgto s n la trra nca abr psdo ud
k s ls mnos sn ntras es ntro lo k ns d
a dslmbr a dslmbr
k la trra es ntra es tuia i d akel
d pdro i mria d juan i jse e e e e e e
si mlsto cn mi cto a algno k and x ai
le asgro ks 1 grgo o 1 dno dl urguai
Y se lo mandé. Me costó dos pesos porque todo no entró en un solo mensaje. Pero ese mínimo gesto comunicacional, minúscula prueba piloto podría decirse, aventó de mí cualquier duda al respecto y despertó una renovada confianza en la acertada determinación de la Real Academia, porque pude comprobar en celular propio que, si bien mi virtual amiga discotera habla cada vez peor, también es cierto que ha perfeccionado su técnica de lamido en cada pasional y húmedo sms que llega a mis manos, que la anhelan lujuriosas (adj. Dadas o entregadas a la lujuria. Lujuria: f. Vcio cnstnt nel us ilcto o nel aptto dsrdndo d ls dleits crnls).
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